Con la crisis del papel en blanco, con la
incertidumbre de que se me ira ocurrir, de que camino tomará la historia, el
ensayo, el argumento, el personaje, etc., es un gusto escribir, esa catarsis de
plasmar en un conjunto de palabras ideas, palabra e imaginación, ese proceder
entre el bolígrafo, el papel y el cerebro todos ligados en una sola vía, ese
despeje mental que nos rodea, esa liberación de nuestro pensares, de nuestras
realidades, o de nuestra inspiración es realmente acogedor como esa página
blanca muchas veces se llenan sin cesar de vivencia, de cómo se le cambia la
vida al personaje de la noche a la mañana, de cómo usamos nuestra capacidad
para pensar para escribir historias, si bien la escritura/lectura no genera
ruido, si exige una concentración total puesto que cada línea que va
transcurriendo nos va dando información y detalle de lo que está ocurriendo, va
ocurrir u ocurrió.
Realmente escribir es una terapia, es ese
poder creador de como nuestro pensamiento se vuelven en algo tangible, en algo
palpable en algo consumible.
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